Esta es una clásica presentación, a manera de stand up comedy, de Mark Gungor, un pastor religioso de Estados Unidos que dicta seminarios sobre el matrimonio.La idea también está en el libro "Los hombres son de marte y las mujeres son de venus" de John Gray
El asunto es que hay una diferencia en la estructura de pensamiento femenino y masculino, lo cual tiene una comprobación empírica en la cotidianidad de las relaciones humanas.
Como especie inteligente, buscamos explicación a los fenómenos que observamos en la naturaleza. Esta diferencia en estructura del pensamiento han tratado de explicarla por características anatómicas e histológicas del cerebro, por influencia hormonal o por otros factores biológicos.
Gina Rippon, neurocientífica británica, argumenta, en su libro Gendered brain, que no hay tal explicación biológica y que todo se reduce a un aprendizaje cultural:
Como cualquier otra fenómeno en el universo y la naturaleza, todo terminará siendo multifactorial, con uno u otro factor preponderante en cada caso particular.
Por otro lado, definamos la enfermedad como la disfunción de una estructura biológica, psicológica o social que produce sufrimiento (patología viene del griego pathos, que significa sufrimiento) propio o ajeno.
El machismo es una enfermedad social, como también lo es el racismo. Curiosamente los individuos más machistas que he conocido en mi vida, son mujeres.
En principio, los individuos no deseamos la enfermedad, quizás la buscamos de cierta manera, como con el tabaquismo o la obesidad, pero no la deseamos. Es un poco más complejo.
Hay fenómenos extremos como el feminicidio que es una expresión de machismo criminal, igualmente en el racismo hay expresiones como la del Ku klux clan, que llega a la delincuencia y el asesinato.
Hay microracismo, que sin llegar a ser una expresión evidente y manifiesta de la enfermedad, se expone en pequeñas actitudes cotidianas, en la interacción social.
También hay micromachismo, en el cual estamos incluidos quienes nos definimos como feministas pero en nuestra cotidianidad, tenemos actitudes sutiles de machismo en la interacción social, laboral, familiar y de pareja con las mujeres. Manifestadas en expresiones, chistes, comportamientos, asignación de tareas y otros.
Muchos luchamos contra esta enfermedad. Como en otra cualquiera, el primer paso para iniciar un proceso de mejora es el reconocimiento de que se la padece y requerimos de apoyo, de ayuda sincera, leal, constante y asertiva.
No es la pretensión de justificar a los hombres y poner de víctima al victimario ¡Faltaría más!
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