Dude en si el título debiera ser el azúcar o el dulce. me quedé con el azúcar para aprovechar una enseñanza gramatical.
Azúcar es una palabra de género ambiguo en español, se puede usar en masculino o femenino, es correcto decir el o la azúcar. Generalmente, se usa en femenino cuando va seguida de un adjetivo, como en azúcar morena y en masculino en el caso contrario.
El cerebro, específicamente el hipotálamo, regula ciertas funciones corporales automáticamente. Una de las regulaciones más conocidas es la de la temperatura corporal central.
La fiebre, por ejemplo, es un ajuste del termostato hipotalámico a una temperatura superior, habitualmente mediado por prostaglandinas liberadas en un proceso inmunológico o inflamatorio de defensa del organismo ante un agente externo o interno. De tal suerte que se da una orden al cuerpo de iniciar mecanismos de generación y conservación de calor, como el escalofrío, con la tiritada y la piloerección, hasta alcanzar la temperatura predeterminada en el hipotálamo.
Una oleada de calor de la menopausia, es exactamente lo contrario, un ajuste hacia abajo de la temperatura del termostato hipotalámico. En este caso hay una orden de pérdida de calor para alcanzar la temperatura preconfigurada. Esto se experimenta como la sensación súbita de calor, enrojecimiento por vasodilatación en la piel, seguida de sudoración. la sensación externa es de calor, mientras la temperatura central baja, lo contrario de la fiebre.
Bueno, también hay un apetitostato (es un neologismo propio) que regula el apetito.
La evidencia antropológica señala que la obesidad no existía en el hombre primitivo. Hay un punto en la historia evolutiva humana que se inicia la obesidad hasta la epidemia moderna.
Una hipótesis que explique ese momento, es que hubo alguna sustancia química en la alimentación humana que dañó el apetitostato hipotalámico. El mayor sospechoso: EL AZÚCAR.
La mayoría de nosotros usamos sacarosa, que es el azúcar comercial derivado de la caña. Es un disacárido de glucosa y fructosa. Considerando que un carbohidrato tiene 4 Kcal por gramo, entonces una cucharada de 15 gramos, tiene 60 Kcal. Además de ser una molécula pequeña de muy fácil digestión, alcanza el torrente sanguíneo rápidamente, subiendo los niveles de glucosa en sangre.
Hay historias de personas que han logrado bajar una cantidad significativa de peso, adoptando la sola medida de abandonar el azúcar. Esto incluye, no endulzar las bebidas, ni tomar refrescos comerciales.
Nos quedan los jugos naturales. Las frutas tiene su propia azúcar, que se torna de fácil absorción cuando se licúan. Por ello, se sugiere comer la fruta entera, en vez de los jugos. Además de aprovechar su fibra que se queda en el colado del jugo y disminuir la cantidad total de calorías que se consumen, pues se suele usar un mayor número de unidades cuando se hace un jugo que cuando se come la fruta entera.
Por último, están los edulcorantes; aspartame, sucralosa, estevia que dan el sabor dulce que deseamos, sin calorías. Pareciera una maravilla, pero... ¡Un momento! Algunos editorialistas de revistas científicas, los han llamado el lobo vestido de oveja.
En algunos estudios se ha visto un efecto paradójico de aumento de peso con su uso. Una hipótesis alrededor de ello es que el microbioma intestinal ejerce unas funciones importantes de control, por mecanismos que aún no se conocen bien, del metabolismo, el peso, la inmunidad, entre otros.
Una idea es que estos edulcorantes actuarían como antibióticos para algunas bacteria de ese microbioma, alterándolo cualitativa y cuantitativamente, predisponiendo al aumento de peso.
También hay sospechas de su potencial cancerígeno.
Los seres humanos somos animales de costumbres y hemos sido criados con el sabor dulce en la comida. Puede ser difícil abandonar la costumbre, pero todo es una cuestión de empezar, ser constante, disciplinado y habituarse.
No es necesaria la radicalidad, de hecho podría ser contraproducente como estrategia de largo plazo. Se pude empezar paulatinamente con pequeñas metas, menos dulce en el café, reemplazar la sobremesa de las comidas por agua, abandonar los confites y dulces procesados y, cuando se tenga mucho deseo por algo dulce, comer una porción pequeñísima, que satisfaga la ansiedad sin aportar mayor energía.
Finalmente, volviendo a la discusión inicial, es mejor dejar el DULCE.
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