¡Absolutamente!
Es uno de los cuatro acuerdos de la sabiduría tolteca escritos por Miguel Ángel Ruiz Macías.
Las acciones de cada uno de nosotros tienen que ver con nuestros propios procesos (demonios, si se quiere) internos y no con los demás.
Cada uno somos responsables de nuestros sentimientos, pensamientos, palabras y acciones y eso no incluye a otros.
Esto tiene dos consecuencias:
1. Lo máximo que puede hacer cada uno es influir con sus palabras o acciones en el sentimiento, pensamiento o actuar del otro. Entre otras cosas, el ejemplo es el pedagogo por excelencia. No podemos pretender que otras personas sientan, piensen o hagan lo que queremos, solo porque lo deseamos.
2. Lo que otros piensen, digan o hagan no es mi responsabilidad, no tiene que ver conmigo, no me define. Suponerlo es una actitud bastante egocéntrica y narcisista. Es como asumir que el mundo gira en torno a mi. Los sentimientos que me generan las palabras, actitudes o acciones de otros, son mi propia responsabilidad y yo mismo defino cuánto me afectan.
Un consejo de un sacerdote católico era comprar mucho aceite y untarlo en todo el cuerpo ¿Y para qué, padre? ¡Pues para que todo le resbale!
Tuti Forlán en su video "Yo, mi, me, conmigo y contra mí..." enseña cómo lidiar con este problema. Básicamente consiste en no personalizar las acciones: Esa persona grita, en vez de ME grita; insulta, en vez de ME insulta.
Por supuesto que este planteamiento es diferente al análisis de la salud de una relación interpersonal, a cualquier nivel, laboral, de amistad, familiar, sentimental, de la cual haya que huir.
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