lunes, 16 de enero de 2023

LA GRAN TRISTEZA

 La Cabaña es un libro de 2007, escrito por Paul Young, un ex-pastor cristiano de Canadá.

Originalmente lo escribió para transmitir el mensaje a sus hijos, luego hizo un edición de su cuenta para repartir entre sus amigos y, finalmente, fue descbierto por por una editorial que lo publicó masivamente y se convirtió en un más vendido en general y en su género.

Relata la historia de Mackenzie, un hombre con una infancia poco afortunada, quien en su adultez tiene una familia cristiana funcional.

La familia pierde trágicamente a su pequeña hija Missy de 5 años, en manos de un asesino serial.

Esta pérdida es llamada por Mackenzie como LA GRAN TRISTEZA y esto condiciona su relación con dios.

Pasado un tiempo, recibe una extraña invitación a volver a la cabaña, donde se obtuvo la última evidencia de la muerte de su pequeña hija, a la que accede a ir después de muchas dudas.

Allá se encuentra con tres personajes que representan a la trinidad y entabla con ellos una interacción durante un fin de semana, que le revela varias reflexiones sobre la vida, las relaciones y la religión.

Ahora quiero traer a colación LA GRAN TRISTEZA, como ese evento que cada uno tenemos en nuestras vidas que nos ha causado intenso dolor, para realizar un par de reflexiones:

1. El dolor nace de la frustración y la decepción y, estas a su vez, surgen de la expectativa. 

La expectativa es nuestra deseo de que los lugares, situaciones y personas deberían ser se tal o cual manera, según nuestra percepción y no como ralmente son y que el mundo debiera comportase de una determinada forma.

En la filosofia budista, el deseo es la mayor fuente de dolor y sufrimiento.

También hay una distinción entre dolor y sufrimiento. 

El primero es la sensación molesta inicial, física o emocional, ante la situación que nos incomoda.

El segundo es la repetición de esa misma sensación, una y otra vez, en un bucle interminable y cada que vuelve a la mente, llega con una sensación de cambiar lo que sucedió, cuando ya está fuera de nuestro control, como todo el pasado.

2. El dolor como necesidad.

Necesidad en el sentido de inevitabilidad. Todos, siempre experimentaremos dolor a lo largo de nuestras vidas. Es inexorble.

Necesidad en el sentido utilidad. El dolor es la fuerza que nos mueve al cambio.

Ejemplos físicos: 

El dolor es lo que hace que retire la mano del fuego, el pie de la pulla que le chuza, que lleve la mano a rascarse para retirar el mosquito que pica.

En los deportes, solo progresa quien hace un esfuerzo suficientemente doloroso y agotador para llegar a su objetivo.

El dolor es un elemento protector del que nos ha dotado la naturaleza.

Hay condiciones médicas donde la percepción del dolor está afectada y la persona llega a tener grandes lesiones en su cuerpo.

Un ejemplo de ello es el pie diabético, donde un compenente fundamental que inicia el daño es la falta de percepción del dolor asociado a la neuropatía periférica, que aunado a la vasculopatia con la falta de irrigación sanguínea y oxigenación del tejido y el compromiso del sistema inmune y su protección contra las infecciones, hacen la tormenta perfecta para el daño final.

Y en lo emocional no es diferente. 

Es el dolor el que me obliga a mejorar mi autoestima, a aumentar mi amor propio, a amar incondicionalmente, sin dependencia, sin expectativa; a alejarme de aquellos lugares, situaciones o personas donde no me siento cómodo. 

El limite del amor es el amor propio.

Los metales y piedras precisosas deben forjarse con fuego y martillo para convertirse en joyas.

La vida es simple, solo que no es fácil.

Cuatro elementos que nos permiten avanzar en situaciones dolorosas:

1. Enfocándonos en nuestros pensamientos, sentimientos y actos que son sobre los que tenemos control y soltando la necesidad de control sobre estos mismos, en otras personas, sobre lo que no tenemos control.

2. La aceptación incondicional de las situaciones, lugares y personas como son, aquí y ahora y no como la construcción que mi mente crea de ellos. Lo que conlleva a no juzgar.

3. Vivir en un eterno presente, aceptando el pasado, sin pretender cambiarlo; con optimismo hacía el futuro sin la dependencia emocional del resultado.

Lo único que tenemos es el presente, el pasado y el futuro están fuera de nuestro control.

4. El precioso regalo que nos damos con el perdón. Primero, el perdón hacia nosotros mismos y luego, el perdón a todo lo que percibimos nos haya causado dolor o lo esté haciendo ahora.

Ah, también hay versión cinematográfica.

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