En la película "Los dos papas", Joseph Ratzinger le reclama a Jorge Bergoglio por su popularidad, quejándose que él no lo puede lograr.
Parece que a los seres humanos nos cuesta entender ciertas vivencias personales, como lo hacen los que nos ven desde afuera. Independientemente del hecho que la forma cómo nos ven los demás es un asunto de ellos y no nuestro, también es cierto que si no lo podemos elaborar, hay algo que no anda tan bien.
En la psiquiatría se distinguen los síntomas egosintónicos y egodistónicos, más ampliamente en la psicología, se refieren a la armonía o aceptación de lo propio, sentimientos, valores, comportamiento, logros, fracasos, etc.
Dios los cría y ellos (o el diablo) se juntan. Las personas con afinidades ideológicas, terminaremos juntas en algún bando conceptual, en contra de otro bando ideológico.
Ernesto Savater ha hablado sobre el irrespeto a las ideas. Se respeta a las personas, pero todas las ideas son susceptibles de ataque. Lo importante es no confundir a la persona con la idea.
En la confusión de conceptos que tenemos, como dice Savater "corporeizamos" las ideas, como si fuéramos una sola entidad la persona y sus ideas, por ello nos sentimos irrespetados cuando se controvierten nuestras ideas, muchas veces terminamos en ataques personales, trayendo a colación situaciones, características, comportamientos de los individuos que nada tienen que ver con el debate de la idea. El ataque debe ser conceptual, no personal.
El respeto se ejerce hacia las personas. En el mundo de las ideas, todo es cuestionable, debatible, refutable. Quien gana en este terreno es el que mejores, más sólidos y con mayor trazabilidad de argumentos presente, y no, el que habla más fuerte, más insulta o más odio genera.
La defensa de mi idea se hace con mis propios méritos. No constituye un argumento, por lo menos válido, atacar a la persona contrincante de la idea.